miércoles, 20 de febrero de 2013

Sexenni Democràtic

Sexenio revolucionario o democrático (1868-1874). En septiembre de 1868 los generales Topete, Serrano, Prim y Dulce llevaron a cabo un pronunciamiento militar, derrotando al ejército oficial (en la batalla de Alcolea) y expulsando a Isabel II de España. Fueron apoyados por los progresistas, demócratas y también por parte del pueblo que confiaba en que un cambio político les sacaría de la crisis económica en que vivían. Tras la revolución y ante el vacío de poder aparecieron las Juntas Revolucionarias, es decir, grupos de líderes progresistas y demócratas locales que se erigieron en autoridad.
El general Serrano tomó el poder y dirigió un primer gobierno provisional hasta que se celebrasen elecciones. En él figuraban progresistas y unionistas, caracterizándose por la libertad de asociación e imprenta, el sufragio universal, el desarrollo del capitalismo, la libertad de cultos (aunque curiosamente se expulsó a los jesuitas). En las elecciones de 1869 vencieron los progresistas de Prim, los unionistas de Sagasta y los demócratas de Ruiz Zorrilla. Las Cortes surgidas de esas elecciones promulgaron la Constitución de 1869 cuyas características eran: libertad de asociación y expresión, división de poderes, Cortes bicamerales con poder legislativo, monarquía parlamentaría (el rey reina, pero no gobierna), libertad de cultos, sufragio universal masculino.
La Constitución exigió la elección de un monarca, de manera que mientras duró el proceso de elección ocupó la Regencia el general Serrano. Serrano nombró a Prim como Presidente de un primer gobierno caracterizado por la suspensión total de los fueros[1], por establecer una clara jerarquía de los Tribunales, por la reforma del Código Penal y por tener que hacer frente a problemas como el de los insurrectos republicanos de septiembre y octubre de 1869, cuando se sublevaron contra el poder agrupaciones locales de zonas periféricas –sin participación militar- con la intención de instaurar una república federal[2].
Durante la Regencia cuatro candidatos se disputaron la Corona de España: Fernando de Coburgo y su hijo Luis, Leopoldo de Hohenzollern, el Duque de Montpensier y Amadeo de Saboya. Esta lucha provocó también enfrentamientos internacionales, pues los países de origen de los candidatos buscaban el trono de España para influir sobre ella (v.gr. la guerra franco prusiana de 1870, so pretexto de defender la candidatura de Amadeo de Saboya Francia y de Leopoldo Prusia) Finalmente fue elegido rey de España Amadeo I de Saboya. Era un monarca de talante liberal, el candidato propuesto por Prim. Con él se inició el período conocido como Monarquía democrática, entre 1871 y 1873. Su reinado se caracterizó por el agravamiento de la crisis, pues nada más llegar a España fue asesinado Prim, su máximo valedor político; además no conectó con el pueblo que le consideraba extranjero. El panorama político estaba muy dividido: progresistas conservadores de Sagasta, progresistas radicales de Ruiz Zorrilla, demócratas (republicanos), alfonsinos (liberales moderados de Cánovas del Castillo) y carlistas de Nocedal.
Tras la muerte de Prim, Serrano se encargó del gobierno y de celebrar las elecciones en 1871, en las que venció una coalición de progresistas conservadores y radicales, aunque en ellas los republicanos recortaron distancias. No pudo hacer frente a la crisis económica ni a la sublevación de Cuba y, por eso, fue sustituido por Ruiz Zorrilla, quien tuvo que afrontar los problemas derivados del fenómeno “masa obrera”, sin encontrar solución. La inestabilidad política era cada día mayor. Tras una nueva suspensión de las Cortes, se celebraron elecciones en 1872 que dieron la victoria a los progresistas conservadores de Sagasta. Poco después Sagasta fue sustituido por Serrano y éste por Ruiz Zorrilla, quien en agosto del mismo año convocó de nuevo elecciones.
Esta profunda inestabilidad política junto a la polémica por la abolición de la esclavitud, el avance del carlismo, las reivindicaciones de los legitimistas y el radicalismo de izquierdas provocaron la abdicación de Amadeo I.
13. 1ª República (1873-1874). El 11.2.1873 las Cortes proclamaron la República. A pesar de que parecía la solución a la crisis política, social y económica, la 1ª República fracasó por ser más un cambio político (una restauración de la fachada) que un conjunto de reformas socio económicas. La República fue bien vista y promovida por los profesionales liberales, por intelectuales, por la burguesía. Ocupó la presidencia de la República Estanislao Figueras y se convocaron elecciones, cuyo resultado supuso la adopción de la república federal.
Continuos cambios en la presidencia de la República y del Gobierno demostraban la incapacidad de la República por imponer el orden. A Figueras le sustituyó Pi y Margall (ocupando también la presidencia del Gobierno); a éste le sustituyó en el Gobierno primero Salmerón y después Castelar. Los problemas se sucedían. La revolución cantonalista del verano de 1873 protagonizada por las ciudades de la periferia (artesanos, tenderos, asalariados) con la intención de imponer una república federal de abajo a arriba, es decir, por voluntad espontánea de los rebeldes, sin imposición de un esquema federal previo desde el gobierno, fue finalmente sofocada por Martínez Campos y Pavía en 1874. Entre 1872 y 1876 se desarrolló la 3ª Guerra Carlista: el pretendiente al trono Carlos VII, que llegó a dominar el territorio vasconavarro y Cataluña en diciembre de 1873, fue derrotado por el avance de Pavía y Martínez Campos entre 1874 y 1876. Mientras tanto, se seguía arrastrando la rebelión de Cuba desde donde Carlos Manuel Céspedes, alentado por el apoyo de los propietarios de plantaciones más la población negra, lanzó en 1868 el Grito de Yara (manifiesto independentista). La guerra que desencadenó esta sublevación se puede dividir en 3 fases: 1868-69, período en el que se mezclan acciones de guerra y de negociación con el general Dulce a la cabeza; 1870-72, fase caracterizada por la lucha y el equilibrio de fuerzas; 1872-1878, cuando se hace patente el apoyo de EEUU y Gran Bretaña a los rebeldes.
Para poner orden, en 1874 el general Pavía llevó a cabo un pronunciamiento militar y otorgó el poder a Serrano, quien dirigió un gobierno compuesto por radicales y progresistas conservadores.

[1] Como la sociedad brota de la naturaleza humana, los distintos impulsos naturales del ser humano se ven representados en la sociedad. Es decir, hay varias formas de sociabilidad que se armonizan entre sí:

a)     instinto genésico y de paternidad, que determinan la institución familiar
b)     impulso de cooperación y mutua defensa con quienes tienen un modo común de vida y unos mismo intereses: municipal (vecinal), gremial (profesional)

Ante todo, la necesidad de armonía en el orden social y la tendencia de la razón hacia la unidad superior determinan la forma política o superior autoridad civil (poder político). De ese modo, el poder civil o político es supremo dentro de la nación y actúa para que el bien común de los ciudadanos sea una realidad; ordena e impulsa la cooperación social de sus súbditos preservándolos en el interior contra la injusticia o el abuso y en el exterior mediante la defensa nacional. Además, ha de fomentar o suplir los cometidos que las comunidades naturales dejen de cumplir por sí mismas.

Los límites del poder político son los que se deducen de la realización del bien común. Así pues, cada poder (político y social) tiene una función de subsidiaridad en cuanto a los individuos o grupos que se hallan en su jurisdicción.

[2] El estado federal es aquel que está compuesto por la unión de estados que tienen una serie de competencias (educación, policía, sanidad...), con la particularidad de que cada estado tiene las mismas competencias pero las administra a su albedrío, existiendo solamente algunas competencias de común aplicación y administración en todos los estados (comercio exterior, ejército...) En este episodio se entiende la revolución federalista como reacción a la política rotundamente centralista del gobierno Prim, pero reacción de inspiración liberal. Si la reacción hubiera sido de talante tradicional, se hubiera llevado a cabo por carlistas hasta imponer de nuevo los fueros, no privilegios e instituciones nuevas de tipo liberal inexistentes en la tradición hispánica.


Govern Unió Liberal

Gobierno de la Unión Liberal (1856-1868). O´Donnell en el poder volvió a imponer la Constitución de 1845. Hasta 1863 se consiguió una cierta estabilidad política y un resurgimiento económico gracias a la colaboración entre progresistas, moderados y unionistas. Sin embargo, una serie de problemas fueron minando su existencia: levantamiento carlista en 1860 protagonizado por Carlos VI, sucesos de Utrera y el Arahal y de Loja en 1861 (revueltas de carácter social). El levantamiento de los Sargentos de San Gil en 1864 significó la caída de O´Donnell y su sustitución por el moderado Narváez. La inestabilidad continuó incrementándose con la sublevación de Prim en 1865 -con las consecuentes represalias contra los progresistas-, los sucesos universitarios de San Daniel en 1865 y la crisis económica de 1866.
España llevó a cabo una serie de acciones bélicas en el extranjero conocidas como guerras de prestigio, precisamente para recuperar el prestigio nacional perdido tras la emancipación de Hispanoamérica: en la Cochinchina en 1859 ayudando a los franceses tras una matanza de misioneros por los indígenas; en Marruecos entre 1859 y 1860, para defender Ceuta ante la ocupación de unos territorios por parte de los indígenas; en México para conseguir una zona de influencia sobre América, en colaboración con Francia e Inglaterra entre 1862 y 1869. Las dos primeras acciones consiguieron su propósito y enaltecer los ánimos de los españoles; no así la tercera.
En medio de la crisis progresistas, demócratas y unionistas se comprometieron a derrocar a Isabel II y firmaron el Pacto de Ostende.

Bienio Progresista

El Bienio Progresista (1854- 1856). En 1854 los generales liberales centristas (de la Unión Liberal) O´Donnell y Dulce, descontentos con el autoritarismo de  Narváez, protagonizaron un pronunciamiento militar en Vicálvaro (vicalvarada) pero sin obtener un claro éxito[1]. Lo que desencadenó el fin de la Década Moderada fue un conjunto de revueltas populares de carácter social en Madrid, Barcelona, Valencia y Valladolid secundadas y promovidas por liberales progresistas y demócratas. Isabel II llamó a Espartero para que formase gobierno con O´Donnell e imponer la paz.
Los liberales progresistas dominaron este período caracterizado por la reinstauración de la Constitución de 1837 (aunque con una sola cámara y más amplio sufragio), la represión del movimiento obrero en Barcelona (donde tuvo lugar la segunda huelga general en España, sofocada el 2.7.1855) con la ejecución del líder Josep Barceló, la desamortización de Madoz en 1855 (afectó a los bienes municipales del clero, la instrucción pública, la beneficencia y la Corona), la violación del Concordato de 1851 con la Santa Sede, el control gubernamental de los bancos, la persistente oposición de obreros y carlistas y el fracasado intento de promulgar la Constitución de 1856, llamada non nata (proclamaba la soberanía nacional, la abolición de la pena de muerte por delitos políticos, la libertad de conciencia, leyes electorales rebajando la renta...)

La crisis existente debida a la tirantez en el gobierno entre políticos progresistas y unionistas (Unión Liberal) y a los frecuentes motines urbanos, hizo que O´Donnell llevara a cabo un pronunciamiento para tomar el poder.



[1] En una época caracterizada por la inestabilidad política, en la que los golpes de estado se hacían y deshacían con facilidad pasmosa y triunfaban siempre con una movilización mínima  muchos de ellos fueron mal diseñados. En nuestro caso, O´Donnell fijó el pronunciamiento para el 13 de junio, pero ninguno de los militares convocados acudió a la cita. Decepcionado volvió a casa. Sin embargo el día 28 de junio consiguió que todos los interesados en el pronunciamiento se reuniesen en Vicálvaro para tomar el poder.


Dècada Moderada

En 1843 el general moderado Narváez toma el poder iniciándose la Década Moderada (1844-1854). Ese mismo año Isabel II comenzó a reinar, bajo la influencia de Narváez que consiguió la ruptura definitiva del aislamiento internacional (provocado por los apoyos internacionales a los dos bandos de la Guerra Carlista) e imponer una Constitución de cariz liberal moderada en 1845. Las características de esta Constitución de 1845 son: el Rey convoca las Cortes, la soberanía era compartida, el sufragio era censitario, se reconocía la confesionalidad católica del Estado y el sistema legislativo era bicameral. Aunque existía una división de moderados en puritanos (seguidores de la Constitución de 1837), derechistas (del Estatuto Real de 1834) y centristas (de Narváez), Narváez consiguió imponerse a todos ellos.
Hay que destacar como hechos relevantes en ese período la creación de la Guardia Civil y del nuevo Código Penal en 1844, la Reforma fiscal de Alejandro Mon de 1845 (que dividió los impuestos en directos –rentas- e indirectos –tipo IVA actual-, división que perdura en la actualidad) y el Concordato con la Santa Sede en 1851 (pérdida de la Iglesia de sus facultades territoriales y jurisdiccionales pero reconociendo su papel en la enseñanza y el matrimonio)
Además, entre 1846 y 1849 se desarrolló la 2ª Guerra Carlista o Guerra dels Matiners, que se produjo fundamentalmente en territorio catalán. Las causas se pueden encontrar en la oposición del pueblo catalán al liberalismo, en que Vergara no aportó soluciones al problema de los fueros, en la negativa de Isabel II a casarse con Carlos VI (hijo de Carlos Mª Isidro y primo suyo por consiguiente) y a la crisis agraria. El general Cabrera fue el más destacado líder de los carlistas.

Regència Espartero

Regencia de Espartero. El general Espartero en 1840, gracias a su gran prestigio y al apoyo de los liberales progresistas, obligó a renunciar de la Regencia a María Cristina y tomó el poder. Continuó con la política desamortizadora, ahora sobre la propiedad del clero en las ciudades. En seguida se encontró con la oposición de una parte del ejército (Narváez, O´Donnell) que en 1841 intentó un fallido pronunciamiento; con la oposición del pueblo de Barcelona que se rebeló en 1842 ante la política librecambista de  Espartero; y también con la oposición de miembros de su propio partido y de las Cortes.

Regència Maria Cristina

Regencia de María Cristina (1833-1840). A la muerte de Fernando VII, en 1833, Isabel II fue la nueva reina, aunque por la minoría de edad se inició su reinado con una etapa de regencia dirigida por su madre María Cristina. Ese mismo año estalló la 1ª Guerra Carlista, prolongándose hasta 1840, en la que se enfrentaron los tradicionalistas antiliberales o carlistas (la mayoría del pueblo, la aristocracia y el ejército absolutista, junto con el respaldo de la Iglesia, Austria, Prusia y Rusia) que reclamaban el trono para Carlos Mª Isidro -denominado Carlos V-, contra los liberales o isabelinos que aceptaban la legitimidad vigente de Isabel II (burguesía liberal, ejército liberal, Portugal, Francia e Inglaterra –Cuádruple Alianza-) Los carlistas consiguieron imponer su dominio en las Vascongadas, Navarra, Aragón y Cataluña, e iniciaron una campaña para tomar Madrid que fracasó por distensiones internas entre los mandos militares. El general carlista Maroto se rindió y firmó la paz mediante el abrazo de Vergara con el general liberal Espartero, quien prometió la inserción de los militares carlistas en el ejército oficial y la negociación sobre el mantenimiento de los fueros. En esta primera guerra carlista, al igual que las dos siguientes, lo que se discutía en realidad era la transformación o no de España en un estado liberal; la discusión sobre la legitimidad de Carlos V e Isabel II era secundaria.
El primer gobierno de la Regencia fue dirigido por el déspota ilustrado Cea Bermúdez. En 1834 Martínez de la Rosa consiguió que María Cristina promulgase su Estatuto Real, carta otorgada caracterizada por la existencia de un poder legislativo que residía en el rey y en dos cámaras (la superior, cerrada y predominante, formada por nobles y la alta burguesía; y la de los comunes, elegida por sufragio censitario) y en la capacidad de iniciativa legislativa del Rey.
Desde el gobierno se lleva a cabo una política anticlerical (expulsión de los jesuitas y suspensión de los conventos de menos de 12 miembros en 1835), que anima a las masas urbanas liberales a la quema de conventos y matanza de frailes con total impunidad (1834 y 1835) En medio de este caos, los obreros urbanos de Barcelona el 5 de agosto de 1835 aprovecharon la ocasión decretando la 1ª Huelga General de España, con la intención paralela de evitar una dura represión gubernamental.
Enemigo de la Iglesia Católica como cualquier buen liberal, el ministro Juan Álvarez Mendizábal en 1836 llevó a cabo una política desamortizadora para paliar la crisis de la Hacienda española: expropió (robó) bienes de la Iglesia  y los vendió a fin de conseguir ingresos para el Estado. Sin embargo, no consiguió su propósito porque al salir a la venta una gran cantidad de bienes y existir muy pocos compradores (sólo los burgueses liberales adinerados), fueron comprados a muy bajo precio. Además, esta postura molestó enormemente al bando carlista, radicalizándose así la lucha en la 1ª Guerra Carlista. Tampoco logró Mendizábal el propósito de que la riqueza de la tierra quedara más repartida entre los españoles mediante la desamortización, pues los únicos que podían comprar tierras eran los que tenían dinero, es decir, los burgueses capitalistas, no el pueblo.
La Regente se decantó hacia el liberalismo moderado, cosa que no fue bien admitida por los políticos liberales progresistas. En 1836 un grupo de militares progresistas tomaron el Palacio de la Granja y presionaron a la Regente para que aceptase un gobierno progresista. Ésta así lo hizo. Se discutió entonces la promulgación de una nueva Constitución que acabó siendo de carácter moderado en 1837: sistema bicameral, el Rey nombraba y deponía a los ministros, pérdida de iniciativa legislativa del Rey, el sufragio sería directo y censitario para el Congreso e indirecto y censitario también para el Senado, el Estado no se declaraba confesional y se imponía la Ley Municipal (elevar el nivel de renta necesario para votar y ser elegidos para así eliminar a los progresistas que eran la burguesía media)

Ferran VII

Fernando VII recuperó el trono y llevó a cabo una dura represalia contra los liberales; de ahí que entre 1823 y 1833 hablemos de Década ominosa (abominable para los liberales). El rey impuso el absolutismo, para acabar permitiendo un despotismo ilustrado en los últimos años de su reinado. Por eso se granjeó una fuerte oposición por parte de los militares y campesinos absolutistas (rebelión organizada por la Federación de Realistas Puros, conocida como de los agraviados o malcontents catalanes en 1827, que a pesar del éxito inicial en Cervera, Vic, Manresa, Valls, Reus, Puigcerdá, terminó fracasando); y también por parte de liberales progresistas (intento fallido de revolución liberal llevada a cabo por el general José Mª Torrijos, desembarcando en Fuengirola en 1831)
Llegamos al punto de estudiar los sucesos de la Granja. En la Corte existía una continua lucha interna entre políticos absolutistas y liberales moderados por influir en el rey, cerrando filas en torno a Carlos Mª Isidro (hermano del rey)  y la reina María Cristina y su hermana la infanta Carlota, respectivamente. Desde Felipe V estaba vigente en España la ley sálica, es decir, sólo podían heredar la corona mujeres si no existían hijos varones del rey ni -en ausencia éstos- varones en todas las ramas del tronco regio. Fernando VII no tenía hijos varones. Cuando conoció en 1830 que la reina María Cristina estaba embarazada (de la futura Isabel II) derogó la ley sálica e impuso la ley de las Siete Partidas de Alfonso X que establecía como heredero de la corona al hijo varón de más edad, siguiéndole los demás varones y, de faltar éstos, la primera hija (de esta manera quería asegurarse que un hijo –varón o mujer- suyo heredase el trono). Al conocer esto los políticos absolutistas, que querían a Carlos Mª Isidro como sucesor, presionaron hasta conseguir que en 1832 el rey restableciera la ley sálica. Pero la infanta Carlota animada por los liberales consiguió obligar a Fernando VII a abolir nuevamente la ley sálica.


Sexenni Democràtic


Isabel II


Regència Maria Cristina i Espartero


domingo, 3 de febrero de 2013

Criteris de correcció examen 3r parcial

1) Presentación del text. De quin text es tracta? On se situa? A quina data? Qui el va redactar?
  • Henry Ford, empresari nordamericà del sector automobilístic
  • Text partidari i elogiós de la Segona Revolució Industrial, a partir de 1850
1,25 x 2 = 2,5 punts

2) Què vol dir "...El hombre no debe tener un segundo menos de lo que necesita, ni un segundo más..."
  • Fabricació en sèrie, cadena de producció, taylorisme, màxim aprofitament del treball dels operaris
  • Obrers ben pagats, potencials compradors del vehicles
1,25 x 2 = 2,5 punts

3) Què pots explicar de l´era del maquinisme de la Primera Revolución Industrial?
  • augment producció, baixa cost producció
  • preus més barats, més demanda, més beneficis
  • 1eres. màquines energia animal, hidràulica
  • 1769 James Watt, màquina vapor, carbó
  • sistema fabril
  • tèxtil, llençadora volant Kay, teler mecànic, Water frame, Mule, Jenny
  • siderúrgic, carbó mineral, més ferro
  • Bessemer, acer
  • Subministrament ferro
  • Ferrocarril, màquines, eines agrícoles
0,25 x 10 = 2,5 punts

4) Com era la societat de l´era industrial? Va haver-hi cap reacció contra aquest tipus de societat? Quina o quines?
  • Burgesia, classe hegemònica
  • Gran burgesia (banquers, rendistes, grans propietaris), mitjana (professionals liberals, funcionaris) i petita (botiguers)
  • Obrers, proletariats. Condicions precàries de vida: salaris baixos, habitatges insalubres
  • sindicats
  • marxisme i anarquisme: societat comunista
0,5 x 5 = 2,5 punts